viernes, 24 de agosto de 2012

Inmortalizar una gota de agua no es muy fácil que digamos. Debes concentrarte en el instante preciso en que ésta quiere caer, enfocar muy bien tu lente, jugar con la luz y el diafragma de tu cámara y, por sobre todo, estar dispuesta a capturar un momento único y maravilloso, del cual solo tú serás testigo, cómplice y coprotagonista. Inmortalizar una gota de agua es tener la capacidad de parar el tiempo y quedarte en él; pero cuando la gota cae, la luz cambia y el escenario es interrumpido, el tiempo vuelve a seguir su curso... y es ahí cuando deseas sacarle las pilas a ese viejo reloj análogo con la intención de quedarte ahí; inmóvil, serena, feliz... pero el calendario ya marca agosto del siglo 43... y pese a mi afán de volver a sentir ese otoño de años pasados, aún sigue siendo el invierno más frío de todos.

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