miércoles, 28 de diciembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011


He transitado por cada lágrima de mi mejilla y de pronto siento que ya no tengo camino.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tú eres tú, yo soy yo

Yo soy Yo
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú
Yo soy Yo.

Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
Será maravilloso
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a mí mismo
Cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a ti
Cuando intento que seas como yo quiero
En vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.

Fritz Perls

domingo, 2 de octubre de 2011

Bendita entre todas las mujeres

Comprender la vida y vivirla en ocasiones nos complica. Nos consumen los miedos, los medios, las formas, las pérdidas y las ausencias. De pronto olvidamos el sentido de ésta y actuamos como verdaderos autómatas, nos fundimos en un día a día basado en preocupaciones y olvidamos que lo esencial es ocuparse, amarse, amar a los demás, disfrutar el aquí y el ahora y comprender que somos un todo hermoso rodeado de luz y amor... como tú.
Durante el tránsito a tu nueva vida hemos sufrido contigo cada uno de tus quejidos, suspiros y toda tu larga y angustiosa agonía. Hemos experimentado el dolor, la incertidumbre, el temor y nos hemos cuestionado nuestro actuar. No sabemos si hicimos bien o no, pero lo intentamos y estuvimos ahí, estamos acá y seguiremos estando.
En realidad, ya no valen los cuestionamientos, sólo vale que cada uno de nosotros hizo lo que le dictó el corazón; y aunque a veces la razón y el sinsentido se entrometieron en este proceso, creo que los que compartimos la vida y la muerte contigo, nos hemos empapado de tu luz para siempre.
Sin duda muchos discrepamos en tu Dios y en tu credo, pero no en el amor ni la alegría de un próximo encuentro.
Confío en que algún día nos encontraremos en otro escenario, quizás con más o menos espectadores, porque así como estuviste, estarás incluso más allá de esta vida.
El amor, el cariño, la entrega, los llantos, las risas, las carcajadas y los aprendizajes, nos han hecho eternos, ya que quién te amó, quién te ama, con quién creaste un lazo y a quién lograste domesticar con ternura y sabiduría, ha de saber que tu muerte es sólo un paso más en esta vida, que el amor no perece y tú nos inculcaste que eso somos... amor.
Nos duele, nos aqueja y nos seguirá doliendo, no será fácil, pero comprendemos que tu cuerpo necesitaba descansar, que tus ojos se cerraron para brillar más alto y que desde el otro lado nos bañarán de la paz que hoy rodea tu partida.
Gracias por darnos la oportunidad de despedirnos, por enseñarnos que la unión y el amor se vuelven eternidad y que la eternidad nos transforma en inmortales.
Por ahora nos veremos en sueños y en recuerdos, nos sentiremos en las nostalgias y en las alegrías... más adelante nos podremos volver a abrazar y cada uno de nosotros tendrá la fortuna de volver a tomar tus manos y seguir sembrando semillas de eternidad.
Descansa. Recuerda que tu familia, tus seres amados, seguiremos juntos, tal cual te lo prometimos y que pese a nuestras diferencias y a lo mucho que nos costó aprender a seguir tus rezos, hemos aprendido que bendita serás siempre entre todas las mujeres.

miércoles, 31 de agosto de 2011

La vagabunda de Teresa Calderón


Yo soy
la Vagabunda
Entré sola en la muerte
seguida por la sombra de la muerte
preñada de sombra por la muerte

La abandonaron en la antesala
todos los hijos que nunca tuvo.
No me siguieron a parte alguna
los amantes que no tuvieron tiempo
de conocerme mejor
porque se les hacía tarde
y había que seguir buscando
Yo soy
la vagabunda
Soy mi propio odio recolector
haciendo trampas.
La memoria no tiene que enseñarme.
Estoy siempre al servicio de mi único deseo

No partieron conmigo
los juegos de mi infancia
ni me siguieron los sueños
ni el futuro prometido
en las líneas cruzadas de mis manos
Sombría como yo
Feroz como el hambre
Triste como ella sola
Humillada como nunca nadie
Fatal como un astro que se extingue
Ella
la Vagabunda
seguida de cerca por la muerte
pura sombra en la muerte
entró sola en su casa
Sólo la tierra le abrió su vientre
No me esperaban los deudos subterráneos
no calentaban mi tumba trozos de parientes
ni había familia
por ahí diseminada
Con sus ojos de pájaro
cerrados
bendiciendo a la vida
Yo, la Vagabunda,
agradecida y feliz por el milagro:
ese de morirse de una vez por todas
y para siempre.

jueves, 23 de junio de 2011

Paréntesis








Fumo



Fumo en nombre del silencio y del ruido
Fumo en medio del todo y de la nada
Fumo sin pensar en que fumo
Fumo cada vez que no quiero fumar
Fumo para seguir fumando
Fumo para intoxicar mi pieza de humo
Fumo mientras me pierdo y fumo para no perderme
Cuando me pierdo fumo para seguir perdida
Fumo para volver
Vuelvo
Fumo
Me pierdo
Fumo para no volver
Me intoxico... fumo!

Sin memoria

“Nos hemos servido del óleo para la pintura, del castellano para la literatura y de la guitarra para la música. Sucede que somos arrastrados por una corriente de seis mil años de cultura, enriquecida por otras, que han hecho posible que asistamos hoy a lo que se considera un nuevo Renacimiento”. Oswaldo Guayasamín. Querámoslo o no, somos en la medida que nos servimos de otros y en cuanto pertenecemos a un espacio determinado; lugar común que compartimos desde que, inconsciente en primera instancia y concientemente luego, interactuamos con nuestro entorno. Sí, puesto que el ser humano, por el mero hecho de pertenecer a esa categoría es una realidad social, ya que no se lo puede concebir de manera aislada, simplemente, porque es parte y fruto de una relación colectiva. De tal manera que aunque hoy más que nunca, estemos insertos e invadidos por un individualismo increíblemente extremo que muchas veces sobrepasa y atropella la dignidad y la libertad de otros, es preciso no olvidar que “el hombre aislado o es un bruto o es un Dios”, como bien dijo Aristóteles, o sea algo menos o algo más que aquello, pero hombre, sin duda no.
Somos hijos de una historia cuyos protagonistas han sido individuos, hombres y mujeres, que se han agrupado y organizado, a veces en pro y otras en contra, de intéreses, creencias, propósitos e ideales comunes. Por lo tanto, somos la consecuencia de respuestas y desarrollos de una cultura determinada, y también los padres y las madres de la propagación de esos mismos fines, costumbres y conductas, pues otra de las características inherentes del ser humano es la capacidad de traspasar y transmitir sus aprendizajes a las nuevas generaciones, por lo cual perfectamente podríamos decir que somos “portadores de cultura”.
Somos transmisores de nuestro estilo y manera de vivir, de nuestras técnicas, creencias, valores, visión de mundo, forma de responder a los desafíos y a las necesidades sociales, como una identidad adquirida y aprehendida con ansias de reproducción. Porque al fin de cuentas, traspasar nuestros conocimientos y tradiciones es una manera de mantener vivas las raíces, los orígenes...
Tal vez, el problema de los hombres y mujeres de hoy, radica en la poca conciencia histórica que tenemos en relación a nuestra herencia cultural, lo que se traduce en la falta de interés por recuperar la identidad y la esencia de la cual nacimos. Muchas veces renegamos de nuestro génesis, nos cegamos, o bien, nos han cubierto los ojos con un tupido velo negro con el objeto de olvidar y enterrar nuestra verdadera identidad; identidad indígena, que en vez de tornarse orgullo parece ser el peor de los insultos.
La única manera de construir un futuro más “lúcido”, justo y democrático es tomando conciencia de nuestro pasado, haciendo una remembranza y rompiendo el velo que ciega al hombre de su realidad. Y entendiendo que el hombre ha sido, es y será en tanto pertenece a una agrupación cultural.
Queda claro que “ningún hombre mira jamás el mundo con ojos prístinos. Lo ve a través de un definido equipo de costumbres e instituciones y modo de pensar”, como indicó Benedict. Debemos tener en cuenta que provenimos de un proceso de transculturación por el cual dos fuerzas culturales se enfrentaron en pugna: la occidental con la idiosincrasia nativa.
Ahora bien, la llegada de los españoles a nuestro territorio no ocurrió en un vacío cultural, como muchos creen y nos han querido hacer creer, ya que a pesar de la inexistencia de elementos tan importantes como la escritura y sistemas filosóficos imperantes, existía un profundo sentido religioso, un gran nivel técnico en cuanto a lo hidráulico, complejos idiomas y un fuerte sentido de lo estético. Por lo que, debido a la mentalidad de los indígenas y a su organizada forma de vida, no fue fácil llevar a cabo el proceso civilizador (entiéndase que la cultura es la base de la civilización).
La conquista se inició en un ambiente hostil y belicoso, donde reinó la violencia en todas sus dimensiones. Hubo tal grado de abuso que perfectamente podríamos decir que nuestro origen mestizo fue causa de aquella “empresa de hombres españoles” que se involucraban con mujeres indígenas, quienes a raíz de estos “encuentros” se convertían en madres de hijos generalmente huachos, pues la unión entre el español y la india muy ocasionalmente terminó en matrimonio. Entonces, se infiere (a pesar de lo fuerte de la afirmación) que somos hijos de la violencia, de la violación y de actos viles y zafios.
No obstante, así como el español llegó a instalarse, de forma prepotente y dominante, por cierto, también tuvo que ir aprendiendo de la cultura autóctona, como ciertas técnicas de regadío. Productos como la papa, el maíz y el tomate, entre otros, se fueron incorporando paulatinamente en la cultura europea, hasta el día de hoy. Así, queda claro que la transculturación o híbrido cultural, fue mezclando y conjugando elementos occidentales con otros populares. Sin embargo, la dinámica cultural parece que ha impuesto lo occidental por sobre lo autóctono, pues incluso en las representaciones simbólicas de la realidad tendemos a caracterizar rasgos europeizantes, aminorando nuestra imagen nacional y latinoamericana.
Esto indica que existe un fuerte (triste y casi funesto) impulso por renegar de lo que somos, de dónde venimos y, por consecuencia, hacia dónde queremos ir. Lo más infame de todo es que aparentemente hemos olvidado nuestra base cultural, distanciándonos cada vez más de la realidad que nos pertenece.
Cabe señalar que no nos sanaremos de nuestra enfermedades sociales por el mero hecho de conocer los orígenes, las costumbres y las conductas de los pueblos primitivos, por muy exhaustivos y meticulosos que seamos al estudiarlos; sin embargo, considero que aquella es la mejor manera de construir una sociedad más “sana” y donde los hombres y las mujeres nos caractericemos por poseer una real lucidez histórica y cultural; donde no escondamos nuestros apellidos ni nos dejemos violentar, burlar ni escupir por autoridad (¡racista!) alguna, en la cual no puedan comercializar nuestras costumbres ni expropiar nuestros bosques, pero sobre todo, donde no nos impongan un idioma, una historia ni una religión.
Se torna incongruente que una cultura como la nuestra se deje influenciar, persuadir y manipular por sociedades y culturas tan distintas (con esto no pretendo insinuar ni mucho menos afirmar que es inválido incorporar tradiciones o ideas ajenas a las que tenemos, pues como dice en el epígrafe de este escrito: nos hemos servido de costumbres que nos han enriquecido); no obstante, es preciso considerar que toda cultura se caracteriza por un conjunto de peculiaridades, que muchas veces es inconcebible transar, ya que ello significaría matar, sutil y paulatinamente, las raíces de los hombres y mujeres que la conforman.
Si queremos seguir sirviéndonos de otras culturas para fortalecer la nuestra es necesario saber que hay tradiciones que no se pueden enterrar, mas para ello, es fundamental salir de la amnesia y recuperar la herencia cultural que yace en la memoria colectiva de la sociedad; a lo mejor aquello serviría para no volver a cometer los mismos errores del pasado y, quizás estaríamos dispuestos a morir un poco, en nombre de todos quienes han sido víctimas de abuso, en nuestra cultural actual y también en la nativa, por causa de las constantes luchas sociales y culturales, para re-nacer en un mundo nuevo, un mundo donde sepamos que sin memoria no hay futuro...
En nombre de todos quienes esperamos y ansiamos recuperar la memoria, me autoinvito a reflexionar y a tomar conciencia de la poca conciencia, perdón por la tautología, de nuestras raíces, simplemente porque en ella están las verdaderas riquezas del pueblo latinoamericano, por lo cual debemos impedir que sigan reduciendo las culturas indígenas, tanto en número como en espacio geográfico.
Tal vez, si el pueblo Latinoamericano abriera los ojos (bien abiertos), la cultura indígena dejaría de estar en los albores de la sociedad, y la discriminación racial al fin terminaría, claro, siempre y cuando luchemos juntos por preservar nuestro rico patrimonio cultural. Ahora, sólo es asunto de luchar...

domingo, 12 de junio de 2011

lunes, 30 de mayo de 2011

Gracias

Siempre estuviste presente cuando te necesité. Me abrazaste cuando estuve sola, me dijiste que sin confianza no podría avanzar, me enseñaste que cuando uno quiere lograr algo debe esforzarse, me alentaste cuando sentí que todo se derrumbaba, me dijiste que tenía que creer en algo. Me hablaste de fe y de fuerza, de perserverancia y amor.
Me enseñaste que la familia es lo más lindo que existe, y con tu ejemplo entendí que gracias a ella estoy donde estoy y he logrado pequeñas, pero grandes cosas.
Guardaste mis secretos, fuiste mi confidente.
Te alegraste con mis sonrisas y te preocupaste con mis angustias.
Cuando pequeña llenaste mi mundo de cariño, me cobijaste con cada palabra y me entregaste sabios consejos.
Ha pasado el tiempo y el reloj de pronto parece detenerse... pero no, todo avanza, las horas son cruciales y los diagnósticos también.
Es el momento de darte las gracias, de tomarte la mano, mirarte a los ojos y decirte cuán importante eres en mi vida.
Sé que falta poco, sé que la ley de la vida nos separará por un rato, pero también sé que siempre estarás cuidando y guiando mis pasos... como siempre lo has hecho.
Gracias por estar conmigo, gracias por escuchar atentamente mis historias y por darme la bella oportunidad de escuchar las tuyas.
Gracias por dejar tantas huellas hermosas en mi vida.
Gracias, simplemente gracias.

jueves, 28 de abril de 2011

Duele

Duele saber que te estás apagando y que la fuerza y la lucha que has dado pierde puntos en esta batalla. Duele saber que te duelen los suspiros y que cada día para ti significan e implican vida y que de pronto para mí un día no es más eso.
Duele saber te duele partir.
Duele que te duela. Duele pensar en ese día que no queremos que llegue, duele ser tan egoísta y duele que me duela tanto... duele.

miércoles, 23 de marzo de 2011


"El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro"
P. Neruda

Khaos

En la mitología griega Caos o Khaos corresponde al estado primitivo de existencia del cual nacieron los primeros dioses. En griego antiguo Caos significa “vacío que ocupa un hueco”, que proviene de la expresión verbal “abrirse de par en par”.
Cuando nada existía surgió el Caos, lo cual se transformó en la premisa de todo aquello que conocemos. A partir de ello fue creándose y ordenándose el universo.
De acuerdo a la Teogonía (origen de los dioses) de Hesíodo, uno de los grandes autores de la antigüedad, Caos fue el primer dios elemental antiguo que surgió en la creación. Tras él surgieron Gea (la Tierra), Tártaro (el Infierno) y Eros (el Deseo que trae la vida).
Correspondía a la atmósfera más cercana a la tierra: aire, vapor y niebla. Por ello, significa vacío o hueco, ya que ocupaba el espacio entre el cielo y la tierra. Era madre y abuela de otras deidades del aire, como de Nix (la noche), Érebo (la oscuridad), Éter (la luz), Hemera (el día), ya que el Caos en griego era femenino. Asimismo, era una diosa del destino junto con su hija Nix y sus nietas las Moiras.
De este modo, el Caos –ese estado de desorden constante- es el comienzo de todo. Lo cual da vida a las cosas que forman el cosmos, manteniendo su esencia en ellas, a pesar de haber, conceptualmente, ordenado el universo. Según esta antigua cosmología Caos fue la primera cosa que existió y, por ende, la génesis de todo.

Mi angelical demonio

Nos miramos a los ojos durante un buen rato sin intercambiar palabras; el aleteo de nuestras pestañas se transformó en el mejor de los idiomas. Las risas y los comentarios de los compañeros de ese entonces se transformaron en la música de fondo que nos acompañó en el trascurso de las clases. Nada ni nadie hizo que dejásemos de mirarnos casi de manera obsesiva.
A partir de una conversación grupal, guiada por la profesora, nos hablamos; me transformé en su sombra y él poco a poco en mi pesadilla. Nos convertimos en grandes y fieles compañeros, gastábamos el tiempo burlándonos de los demás, conversando de cosas interesantes, comiendo barritas de manjar, fumando por doquier y rayándonos las manos como si el mundo se fuese a acabar mientras la tinta del lápiz se gastaba.
Me enamoré como si tuviera quince años, como esas niñas que aprietan la almohada en las noches evocando al príncipe azul.
Sufrí en silencio con tal de no perderlo; tuve miedo; él tenía su vida casi armada: una novia, una hija, un futuro esperanzador.
El día de su cumpleaños le escribí una carta (aún conservo el borrador) y le compré una barra de manjar (de ese que ya no como porque me hace engordar).
Lo miré con temor y le dije “te tengo un regalo, aunque no te importe”. Le pasé el papel y le pedí que una vez que lo leyera lo botara y no me hiciera ni un comentario al respecto. Él, muy obediente, leyó mis patéticas palabras, me miró, sonrío, se puso serio y al rato aquel papel dejó de existir.
Como es de imaginar, no pasaron muchos días y sí hablamos del tema. Fue extraño, pero desde entonces cada vez que lo veo, lo leo o lo huelo siento mariposas en el estómago (de esas que sólo siente una niña de quince). Me dijo tantas cosas que debo confesar que por la emoción del momento me acuerdo sólo de lo peor, “no puedo... pero no dejemos de ser amigos, por favor”.
Entendí. Seguí siendo la gran y fiel compañera, hasta que un día después de clases caminamos juntos hacia el metro. Nos sentamos en una escalera y en nombre de lo prohibido nos besamos. Recuerdo que era invierno, mas sin lugar a dudas ese momento hizo que mi vida se convirtiera en primavera por un instante.
Pasó el tiempo y cada vez que teníamos la oportunidad nos fundíamos en un beso. Siempre todo fue muy pasional, casi animal.
No recuerdo el por qué con claridad, pero un día dejamos de hablarnos. Ahí empezó la real pesadilla. Me dejó de mirar, de rayar la mano y nunca más compartimos una barrita de manjar (hoy, siendo más fría y burguesa, como diría él, confieso que eso fue lo único grato de aquel tiempo; me agrada no comer manjar).
Faltaban algunos meses para salir de vacaciones y yo ya no quería ir a la Universidad; me hacía daño saber que él estaría ahí, me provocaba angustia su presencia y esa indiferencia tan cruel y malvada.
Verano al fin, ya no lo vería por un buen tiempo. Pero llegó marzo y todo comenzó otra vez. Me encontraba en el peor momento de mi tristeza, no lograba olvidarlo; lo odié y lo amé con locura; le desee la muerte, estuve dispuesta a aprender a rezar y a hacer una manda de esas que hacen los devotos a algún santo milagroso con tal de no volver a verlo. No lo hice, tal vez por falta de tiempo, sin embargo, él desapareció. Dejó de ir a clases.
Lo comencé a extrañar; al mismo tiempo ya me sentía más aliviada. Me obligué a enamorarme de otros hombres con tal de sacarlo de mi cabeza, no pude. Él fue, es y tal vez será el único capaz de hacerle el amor a mi cerebro, sin tocarme.
Ya era fin de año, yo tenía un pololo medio loco al que le faltaba litio, y una tarde (que recuerdo con lujo de detalles), suena el teléfono, “¿Nataly?”. Era mi angelical demonio; hablamos largo rato y decidimos vernos.
Hacía calor, nos tomamos una cervezas, conversamos de lo que nos pasó; me contó que ya no estaba con su novia. Me propuso seguir bebiendo, pero en su casa, sin pensarlo dos veces acepté.
Esa noche nos quedamos juntos (no pasó nada de lo que te imaginas). A los días terminé con novio (el pobre acabó encerrado en una clínica psiquiátrica pintando mariposas de yeso).
Era enero y yo la niña más feliz del mundo, comencé una relación con él. Fue extremo; nuestros encuentros giraban en torno a cervezas, cigarros y una cuota importante de pasión. Duramos sólo dos semanas y todo terminó de la peor manera: ebrios en el Barrio Brasil, con gritos, escándalos y mi pie sangrando (yo con chalas y él con bototos), mi brazo adolorido (al otro día y durante semanas morado, muy morado).
Desapareció otra vez, quise creer que para siempre... pero no fue así...